lunes, 9 de diciembre de 2013

“SENTENCIAS DE HUMO: PERVERSO” (Primera Parte).


Hola, nuevamente aquí con la tercera historia de mi libro “Sentencia de Humo”, la deje a medias para que llame su atención (si es que lo hace). La historia es un poco fuerte, así que espero no dañar susceptibilidades y los que las han leído creo que ya saben cómo va el asunto.

Como siempre perdura la mala ortografía y entendimiento, espero les agrade y también pronto traerles la siguiente parte ya terminado, sin más que agregar les deseo un lindo inicio de semana, cuídense, ciao :D




Perverso



La observo… Tan inocente, tan dulce, tan frágil…

No debería, yo no debería fijarme en alguien tan pequeña, pero estos sentimientos son incontrolables…

Siento deseos de tenerla cerca, protegerla, amarla…

Lose, es algo imposible en esta sociedad…

Yo tengo 33 años, ella tan solo nueve…

Soy un maldito, soy lo corrupto, soy tan solo otro perverso hipócrita que habita el mundo…

Que se camuflajea en una profesión de maestro, en un porte elegante, en una belleza exquisita…

Jamás pensarían que en alguien tan hermoso, se esconde un monstruo… Las personas son tan ingenuas creen que en lo extraños esta lo inhumano y a veces esos idiotas ni nos rozan…

Me causa gracia, porque por años he tenido amores infantiles, las he asesinado…

Les he quitado la inocencia y nadie lo ha notado…

A veces me siento el diablo; tan corrupto y astuto, que nadie podría atraparme…

En mi mente, mientras tomo una taza de café, recuerdo a la pequeña Denise.

La pequeña rubia de ojos verdes… Con sus dos coletas, con tantos deseos de ser reconocida, de llamar la atención en clase…

De repente me vio… ¡Yo el maestro joven, guapo que difería de todos!…

Que la alentaba a seguir adelante, que alababa sus dibujos aniñados esos que los adultos no comprendían…

Yo “León”, un hombre donde siempre habitado un niño, a pesar de los años…

Las mujeres de mi edad jamás llamaron mi atención… Ellas no me entendían, en cambio las pequeñas morían por mí, nunca me discriminaron por mis juegos infantiles no comunes para alguien maduro…

Para las mujeres de mi edad, yo era un pedazo de carne, tan sensual e insaciable, las tenía tan fácil, que me aburría…

Yo quería algo diferente…

Quería perderme en unos ojos inocentes, donde un ser tan perverso como yo agarrara un aire angelical, un aura bendita, una fuerza y una imagen semejante a la de dios.

¡Denise mi pequeña, nunca lo notaste!… Estabas tan necesitada de amor, que simplemente no tuviste otra opción que caer en estos ojos azul profundo, en este cuerpo torneado con rostro divino…

Era nuestro secreto y te cite en aquel parque…

Y tú caíste, nunca lo hablaste con tus padres… Estabas tan deseosa de un novio a tu pequeña edad; que ya querías volar, cuando apenas te crecían las alas…

En tu ingenuidad solo se trataba de amor, de un beso, de tomarnos la mano…

No puedo culparte Denise, fueron las películas, las novelas y aquellos cuentos los que te engañaron…

Los que manipularon tu mente pequeña y te hicieron creer que el mundo solo tenía un tono rosa…

¡Y yo encajaba en aquel perfil color rosa!…

Mi pequeña Denise, disculpa si me rió acordándome de ti…

Pero asesinarte fue mi placer culpable, tan agradable, que lo cometí 4 veces más…

Niñas tan dulces, tan frágiles, tan necesitadas del reconocimiento que sus padres no les otorgaban…

Niñas precoces queriendo jugar con fuego, sin saber prender un cerillo, ni un cigarro…

Todo era perfecto con Denise, nuestro amor a escondidas…

Hasta que yo quise más que un pequeño beso y tú te espantaste…

En ese momento me viste como un monstruo, como lo había sido siempre…

El antifaz de príncipe se me cayo… Y salió el vampiro, el diablo que habitaba en mí, tan lejos de ese disfraz de oveja…

No tuve otra opción que callar tus gritos infantiles, estrangulándote en el auto, mientras tú observabas mis ojos azules fijamente y yo me perdía en tu mirada dolosa.

¡Denise, mi primera víctima!…

¡A un pienso en ti!…

Mi taza de café ha terminado y ahí está aquel hombre rubio de cabello en picos acechándome, siempre atrás de su periódico…

En eso pido la cuenta, mientras miro a mi acechador…

El no se inmuta, nunca se ha inmutado…

Nadie ha sospechado de alguien tan magnífico como yo…

Solo ese hombre, parece una sombra un fantasma que siempre va atrás de mí…

Salgo de aquel café regreso a una nueva escuela, ahora a una universidad…

Ahora tengo 38 años, las niñas de nueve ya no son mi gusto…

Cuando asesine a Denise, recuerdo a sus padres llorando la semana siguiente, deseosos por encontrar una señal, la señora queriendo mi consuelo… Y no se dio cuenta que el asesino de su hija, estaba enfrente de ella, mientras ella me abrazaba, mientras todos me ponían la etiqueta de homosexual, nadie noto que era un hombre con gusto diferentes, otro pederasta de allá afuera…

Abrazar a esa mujer y ver sus ojos tan similares a los de su hija… Me hizo sentir un poco de culpa, así que decidí quitar mis penas yendo a la iglesia, me confesé con un sacerdote que no difería de mi…

Los dos nombramos a dios en una burla disimulada… Yo como pecador y el cómo redentor, perdonándome lo que el también era…

Comí aquella ostia me sentía liberado como todos aquellos infames de las iglesias, que se daban golpes de pecho, que se flagelaban para que dios perdonara sus malditos tropiezos…

¡Qué hipócritas éramos! … Todas las serpientes nos veíamos a los ojos y nos reconocíamos…

Parecíamos cuidar nuestras espaldas mutuamente, mientras tomábamos el vino y el pan… Dando limosna los domingos, rezando, otorgando la paz al otro, tocando la música de la iglesia, cantando sus alabanzas de aquellos palacios de oro, donde vagabundos, ni enfermos mentales cabían…

Dios, pecado, iglesia, comulgacion… ¡El ritual de los perversos!...

Salí de la iglesia liberado, después de un año… Decidí asesinar a mi segunda víctima, la pequeña Belén… Tuve que aguatarme las ganas tanto tiempo, para que nadie sospechara…

La conocí en otro parque, donde había rampas para patinar o andar en bicicleta… Sus padres la dejaban ir sola y ahí estaba Belén, la chica regordeta de 10 años…

Sus padres la mandaban hacer ejercicio, no tenía amigas…

Ella me confesaba que la discriminaban por su peso… En el fondo yo sabía, que ella era la que se discriminaba, los complejos que le heredaban sus padres, la tenían temerosa de los otros…

La consolaba, mientras le compraba helados y alagaba su forma de ganarme en las carreras de bicicleta…

Siempre nos encontrábamos en las rampas de aquel enorme parque para platicar, para hacerme pasar por el padre y la madre que ella necesitaba.

¡Belén, todo fue tan extraño contigo!…

Un día te confesé mi amor y me besaste como lo hizo Denise.

De pronto tus ojos oscuros, se tornaron verdes…
Era mi locura, no pude mas te lleve al auto, te lleve a mi casa y mate tu inocencia…

Jamás volviste andar en bicicleta, solo una vez me visitaste…

Te mire a los ojos, esos ojos que ya no reflejaban lo mismo…

Te acercaste al oído y me dijiste…

¡Algún día lo pagaras!…

Luego quisiste huir…Ese mismo día provocaste mi furia con tu comentario, que decidí volver a pecar en ti…

Paso un mes ya no frecuentabas el parque, al poco tiempo me entere que la chica regordeta tan necesitaba de la atención de sus padres, se había suicidado con la agujetas de sus zapatos.

¡Belén perdóname!…

Me flagele aquel día al saber de tu muerte, yo no entendía por qué esas niñas que yo amaba tanto, no podían corresponderme en todo su esplendor…

Fue al siguiente día, que conocí a mi acechador…

Aquel rubio con picos, que me seguía en los parques, los cafés y las escuelas, no sé cómo le hacia el desgraciado pero siempre estaba ahí presente…

Decidí salir por las noches atacar a mis victimas…

Por el día las estudiaba, al caer el ocaso ya no existían…

Yadira, Lucia, Marisa…

Todas me otorgaron su inocencia, su fragilidad, sus sueños rotos…

¡Pensaron que el mundo era perfecto, que no existían las alimañas y las engañe!…

¡Todos las engañamos!...

Ahora me encuentro aquí en mi primer día de clases en esa Universidad, acechando a mi nueva presa…

Con 38 años… Me gusta esa chica de cabello castaño, ojos oscuros profundos…

En su alma, en su rostro se nota la ingenuidad…

Mientras mi mente divaga, en nuestro encuentro, en su dulzura… Las horas me carcomen en una desgarradora atracción…


CONTINUARA



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